jueves, 9 de octubre de 2008

ADAPTARSE AL MUNDO: Una cuestión de Amor

ADAPTARSE AL MUNDO: Una cuestión de Amor
Denyse Gómez, marzo/2005

Hace unos meses conocí a un ser muy especial: mi amiga Beatriz, conocida por nuestro grupo de amigos como Betty. Y es realmente especial no solo por su carácter afectuoso y abnegado, sino porque en verdad, dentro de nuestro grupo de “volados”, es la persona que más claramente manifiesta no pertenecer al mundo. Y no es que lo diga abiertamente, sino que en todos sus actos, ideas y expresiones se le nota a metros. Nadie al momento de conocerla lo pone en duda, pues percibe su “rareza”, algunos para juzgar como infantil su manera de vivir la vida y otros para complacerse de su pureza y transparencia, propios de los seres como ella.
Ella no es la única que vive la experiencia de ser humana bajo el escrutinio de los que con mente egoísta y ciega manejan el mundo y quieren meter a todos bajo el mismo sistema. Muchos de mis amigos e incluso yo misma, hemos probado el sabor de la incomprensión de las personas que se consideran “normales”, que crecen y viven sin más búsqueda que sus propias satisfacciones primarias o que, a pesar de tener un espíritu de servicio, no muy desarrollado, caen en la ola del mundo físico, dejándose arrastrar por sus múltiples colores ilusorios.
Nosotros sabemos que estamos en un mundo de “dormidos”, y nosotros los “volados” tratamos de ir despertando y de ir un poco contracorriente, para evitar naufragar en este mar de vida sin un norte claro. Tenemos en nuestro ser innato, de manera impregnada como un sello, la búsqueda de lo espiritual, la necesidad de conectarnos con lo invisible, pero también de compartir esta búsqueda con los que quieran como nosotros despertar y traer a esta realidad temporal, algo de nuestros “mundos”, cuyo origen es el mismo… Betty, es una amiga que amamos por que ha sido la única valiente entre nosotros de enfrentarse cara a cara con el mundo, sin ser capaz de ponerse un disfraz para pasar desapercibida ante los ojos críticos de los “normales”. Ella es una luchadora que habla de sus certezas con los niños, quienes más la logran comprender, y a los adultos los desafía con sus verdades simples e incontrovertibles, porque están libres de dogmas y fanatismos, porque responden a las leyes naturales de la vida… Ella misma afirma que no quiere estar atada ni pretende atar a nadie; pero así como dicha forma tan peculiar de vivir la ha hecho ser libre y feliz, sobretodo porque la hace la persona más espontánea y sincera que conozco, también le ha costado muchísimo adaptarse al mundo y a muchos de los referentes actuales con que la gente estructura su presencia en él, es decir, los roles y los preceptos culturales. Dos grandes monstruos con que le ha parecido enfrentarse son el sexo y el dinero. Y digo le ha parecido porque en mi propia visión de la vida, estas dos energías no son enemigas nuestras, son simplemente creaciones de la vida y del hombre que pueden verse como medios. Pero no me quiero detener en esto porque hablar de cada uno implicaría escribir demasiado, solo los menciono para explicar que en el mundo de Betty, han sido dos cuestiones que ha tenido que asimilar de manera dolorosa, precisamente por su dificultad para aceptar esta realidad temporal, que ella llama ilusión. La manera de pensar de mi amiga, todos los retos que se le han presentado por el solo hecho de haber encarnado y su dificultad de aceptar el mundo tal y como es, me recuerda mucho mis propias luchas. Puedo comprender lo difícil que ha sido para ella enraizarse en un mundo tan duro como el que tenemos, tan alejado de nuestra “lógica transcendental”; la entiendo porque yo interiormente he experimentado lo mismo. Sin embargo a mi me “anestesiaron” al parecer, me enviaron y vine preparada con ciertas “anclas” para evitar levitar como un globillo sin saber donde aterrizar. Los padres que tuve, la escuela de formación filosófica a la que pertenezco - que contrario a lo que parece, es un laboratorio para aprender a poner los pies en la tierra- y el carácter con el que decidí encarnar, algo racional, de mucho análisis y con enorme necesidad de ver tangibles los hechos y hasta los afectos, me hacen un poco diferente a mi amiga. Nuestros mundos de origen espiritual son similares y con todos mis amigos vibro en una misma sinfonía, pero es claro para mí, que muchas cosas he tenido la oportunidad de aprender como para no salir volando sin perderme. Sé que tengo una tarea con ellos en este sentido… pero lo que me interesa expresar con esto es que, si bien es bueno percibir estas realidades intangibles y no quedarse como un muerto viviente en este mundo físico, también se vuelve necesario y vital, para la propia misión espiritual que cada uno de nosotros debe emprender, el conocer este mundo bien, y no solo eso, comprenderlo y aceptarlo con amor; con ese profundo amor de compasión por las cosas que la mayoría hacemos como sonámbulos sin encontrar su sentido, ese amor que lleva a ver la ignorancia detrás de la maldad, a ver la ceguedad detrás de toda mala intención, de ver los roles y las máscaras con la que todos los encarnados nos presentamos al mundo y que son, a veces, como conchas que nos protegen contra el miedo y el dolor. Y me incluyo ahí, e incluyo a mis amigos “volados”, porque todos estamos en el mundo, medio despiertos o dormidos, pero estamos en este plano y no precisamente vinimos para salir huyendo de aquí sino porque tuvimos la voluntad y el valor para aceptar el reto de encarnar, o asumir nuestro karma viniera como viniera para desarrollar una micro parte del Plan Divino de la evolución. Vinimos a cumplir una tarea de luz… Eso no nos libra, sin embargo, de que igualmente, como muchos otros, nos veamos envueltos en las leyes del mundo y haciendo un intento de sobrevivir bajo los sistemas culturales y sociales que la raza humana ha inventado, aunque no estemos de acuerdo con algunos de estos. Un maestro de mi escuela sobre esto nos dice: “Debemos trabajar por el mundo sin pertenecer al mundo”. Muchas cosas nos parecerán una locura total, como me sucedió en mi temprana adolescencia que por cierto me inclinaba a desertar. Pero la experiencia y el estar “aquí y ahora” y ponerme en el papel de observadora imparcial que no juzga pero si se cuestiona ante la vida, me ha hecho comprender que nada de lo vivido hoy día es una simple maldición decadente, sino una noche entre los muchos ciclos del universo y del propio planeta y que todo lo que vive el hombre actual es un producto de sus propios errores y aciertos y no un castigo. Esto me lo ha enseñado mi Escuela, justamente para darlo a conocer a otros: tratar de que los hombres se vean a sí mismos y conozcan la historia para comprender el mundo y poder “trabajar por él”. Estar sin dejarse contagiar ni envolver, al contrario, ayudar a ascender las conciencias. Si algunos de nosotros sentimos esa innata conexión con lo intangible, no somos “los de más”, sino simples mensajeros enviados, guerreros en la lucha por contrarrestar las fuerzas densas que estancan al hombre. Pero la única manera de lograrlo, no es mostrando lo diferentes que somos frente al resto ni peleando contra el sistema, sino más bien, infiltrándonos progresivamente en su esencia hasta ir influenciando desde su centro un cambio de mentalidad. Hay que gestar un nuevo hombre desde la creación de una mentalidad distinta, educar en nuevos paradigmas que enamoren a los hombres de lo atemporal que duerme al interior de ellos mismos. Venimos a enamorar, es decir, “volver en el amor” a muchos seres y conducirlos hacia su camino interior a través de acciones concretas al exterior, darse para encontrarse, darse para conectarse con lo Divino. Y todos tenemos esa tarea bajo diversas formas. Betty por ejemplo es un espejo para el que quiera ver a través de ella que la realidad es más hermosa y más simple de lo que estando encarnamos podemos vislumbrar. A eso vino ella, aunque su trabajo personal sea aprender a conocer el mundo y aceptarlo como es con sus defectos. A vivir y no a sobrevivir; porque sí es posible vivir aquí cuando se tiene claro cuál es nuestro papel en la tierra, y cuando dejamos de ver enemigos por todos lados en este mar de ilusiones; pues si es ilusión todo esto, ¿cuál es el sentido de su existencia, un juego absurdo de Dios acaso? He aprendido que si bien este mundo es menos real que el hermoso mundo de donde venimos todos, no puede negarse de plano simplemente porque no nos pertenece. Esto no ayuda a la misión. Lo más viable es, una vez reconocemos la ilusión, lo temporal de muchas de sus imágenes y apariencias, estudiar como transcenderlas, hallarles sentido, o usar sus limitados medios como eslabones de ascenso a lo Uno. Es obvio, que resulta más fácil decirlo que hacerlo, pero este es nuestro reto. Betty nos enseña a todos a recordar ese mundo que muchos de nosotros olvidamos por momentos y otros ni siquiera recuerdan. Ese mundo lleno de luz, porque ella misma es luz y a través de ella, lo simple recobra fuerza, la belleza se hace clara y la verdad se vuelve más cercana en su sencillez. Su trabajo es acrecentar su sabiduría mediante una aceptación amorosa de este mundo al que por lo anterior prefiero llamar “realidad temporal”, pues considero que es inútil hacernos los ciegos ante él así como pretender huir de esta tormenta. Este huracán se enfrenta… puede que no tengamos las mejores fuerzas ni armas, pero si tenemos voluntad podemos atravesarlo y ayudar que otros lo atraviesen, dejando que con los siglos nos dejen el espíritu más fortalecido a su paso, porque los momentos difíciles son para crecer y por eso venimos en momentos difíciles algunos de nosotros… Y el trabajo de Betty, lo tenemos que hacerlo todos en el fondo, porque ella al menos tuvo la valentía de afirmar “no estoy de acuerdo”, pero ¿cuántos de nosotros simplemente nos ponemos un velo encima para ver las cosas de mejor color o nos encerramos en nuestro pequeño universo sin atrevernos a descubrir el universo de los otros? Mis amigos y yo nos sentimos libres cuando nos reunimos porque podemos mostrarnos tal y como somos sin temor de ser juzgados por ese “mundo frío y superficial” en el que “sobrevivimos”; pero debemos aprender a transmitir nuestra transparencia y nuestra esencia a aquellos otros, que aunque nos juzguen, en el fondo necesitan ver esa otra realidad a través de nosotros. Somos canales, somos como una especie de pantallas de proyección de aquellas realidades que otros han olvidado. Por eso hay que atreverse a salir al mundo sin escondernos, por eso hay que jugar a las reglas del juego de los otros e infiltrarnos en su ilusión para acercarnos, para llegar a ellos: “los normales”, con toda nuestra humildad y acogerlos con amor. Solo hay que desarrollar esto: Mucho Amor, porque solo el que se forma en el amor es capaz de hundirse en el fango del mundo y hacer surgir del corazón esa flor del loto, que en su germen oculto permanece en todos nosotros, incluso en aquel que creemos dormido profundamente es esta escuela de la vida. Y también necesitamos dejar ese egoísmo que nos hace sentirnos únicos y mejores, con un disfraz de vanidad llamada “incomprensión”. No es que “los normales” no nos entiendan, es que no hemos sabido llegar a sus corazones; también hay que quitarse la máscara de creer que nosotros no hemos dañado al mundo, porque también faltamos al deber de servir por omisión y por miedo a enfrentar nuestras diferencias con “los normales”. No somos más por el simple hecho de limpiarnos la “suciedad” de encima, ni por eludir nuestra responsabilidad del estado actual del mundo asegurando que los “aterrizados” han sido los ignorantes, quienes por no conocer las otras “realidades” creemos que han acabado con este planeta. Pues me atrevo a decir que somos todos los que dañamos el mundo, tanto los que huimos como los que no hemos sabido hacer las cosas, los que volamos con amor y poca acción como los que caminamos con acción y poco amor… Nuestra tarea es conjugar los mundos, no perpetuar su separación. Deberíamos estar cansados de estar separados de nuestros hermanos, que muchos de ellos aunque son pequeños niños traviesos, hacen parte del hogar. Pues bien, no hemos de pronunciar juicios si antes no les hemos enseñado las pocas luces que nos han guiado. Ellos aprenderán a volar con nosotros a futuro, pero no podrán hacerlo si con humildad nosotros no aceptamos el poner los pies sobre la tierra. Empecemos a resurgir nosotros del fango y otras flores comenzarán a abrirse también. Lleguemos a la tierra, no huyamos de ella, y otros aprenderán también a “volar”.

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